jueves, 20 de diciembre de 2012

Tiempo de renovación


Como cada año la Navidad está aquí, con sus fastos y felicidad contagiosa. Como cada año todos nosotros nos prometemos que aquellas metas deseadas las conseguiremos en el año entrante y también, como cada año, deseamos a nuestros familiares y amigos lo mejor para los próximos 365 días de nuestra vida.
Son fechas de alegría y buenos deseos que pronto, a veces muy pronto, caen en saco roto por culpa de la dura realidad del día a día que nos toca vivir.
Nos deseamos mutuamente salud, dinero, amor, aquel viaje o cámara apetecidos y como cada año perdemos el norte deseando grandes cosas y olvidando las importantes: las pequeñas.
Olvidamos darnos sonrisas y abrazos, olvidamos tenernos en cuenta, olvidamos buscar la compañía entrañable de los amigos, olvidamos en definitiva lo básico de la vida que es el deseo de sentirse vivo, vivir intensamente y transmitirlo al prójimo.
Este es mi deseo para este año, anhelo que todos nos sintamos vivos y sintamos las vibraciones de la vida que nos toca vivir, llenar nuestros pulmones con la brisa suave, sentir en nuestra piel el calor del sol, notar la humedad de la lluvia, apreciar los colores del atardecer, poder escuchar el murmullo de las aguas vivas, ver la vibración de las hojas y su baile otoñal, percibir el despertar de la primavera o el sentimiento de ciclo cumplido al llegar el verano…..
En este tiempo convulso en el que parece que ganan los “malos” con sus recetas mágicas e ineludibles contra los problemas económicos que nos aquejan, no podemos sin embargo, dejar de esforzarnos por mejorar este mundo y el único camino está en las cosas pequeñas. Día tras día cada uno de nosotros puede mejorar su entorno inmediato con pequeños actos de rebeldía o sabiduría según el prisma con el que lo veamos cada uno.
Os propongo el sencillo juego de intentar cada día del próximo año hacer de las pequeñas cosas nuestra meta. Y los pequeños pasos, día a día, construyen grandes trayectos y nos convierten en mejores seres humanos.
En lugar de centrarnos en el deseado oso o lince, hacer a un sencillo herrerillo la mejor foto de nuestra vida. En lugar de pensar en lugares inhóspitos y salvajes como motivo de un viaje convertir nuestras salidas diarias o de fin de semana  en el mejor destino para nuestro trabajo o profesión. En lugar de escoger sólo encargos de grandes clientes, aceptar las propuestas de cualquiera por pequeño que sea, siempre que sean honestas y adecuadas a nuestra ética profesional.
Centrándonos en los pequeños detalles conseguiremos alcanzar los grandes.
¡Felices fiestas y un año nuevo más vital para todos vosotros!

Navidad en La Gomera. Islas Canarias

Por fin toqué a la zorra

Aquel día marcó un antes y un después en mi vida personal. Me encaminaba como cada jornada a mi destino fotográfico pensando en nuevas toma...