Desde que era pequeño soñaba con los osos, veía los mapas catastrales de los Picos de Europa como un territorio inexplorado en el que cualquiera que anduviera por él se podía topar con un oso cantábrico. Evidentemente no podía salir a explorar ese vasto territorio pues carecía de dinero y de permiso paterno.
Ya de adolescente me acerqué en varias ocasiones a la cordillera sin conseguir avistamientos. Mi primer encuentro con el plantígrado fue en la comarca de Riaño, durante un campamento juvenil en torno a 1976. El emplazamiento del campamento se eligió en el tristemente inundado valle de Riaño antaño lleno de vida pastoril y salvaje. Recuerdo las aguas limpias del río Esla en las que nos bañábamos y la pureza del entorno. Recuerdo las casonas del valle, en especial las de la población de Riaño. Hermosas y robustas construcciones con siglos de historia que se vinieron abajo, con los sueños de mucha gente, en poco tiempo. En pocos años la riqueza del valle quedó mermada y el Nuevo Riaño con sus edificios de ladrillo y casas modernas es una triste ciudad que no encuentra la personalidad propia de los valles ganaderos de León, que le robaron.
Antes de la destrucción de Riaño tuve la fortuna de sentir la presencia del oso en uno de los valles tributarios del Esla. El roce de la vegetación y bramido terrible que atronó en la montaña son todavía para mi motivo de escalofrío. Nunca vimos al oso pero sentimos como nunca su presencia de la que huimos corriendo ladera abajo en dirección a la seguridad del valle.
Más tarde centrado en otros menesteres me alejé de la Cordillera Cantábrica hasta que establecido como freelance, siempre que podía, me acercaba a estas montañas de gente entrañable y pueblos únicos. Sin embargo, las obligaciones de encargos y el frenesí de la vida en la ciudad no facilitaron más encuentros con los osos.
No ha sido hasta el 2006 que tuve la fortuna de compartir, gracias al empuje de mis amigos pues fue una época compleja para mi, una de las visiones más inolvidables de mi existencia. Frente a nosotros, aunque a gran distancia, una osa se encaminaba hacia el encame con sus cachorros entre el monte de escobas y brezos de Somiedo.
Desde esta visión solo fotografiada mediante digiscoping se han sucedido otras muchas en León y Asturias pero no ha sido hasta este año que he tenido la fortuna de poder disfrutar de una familia de tres oseznos con su madre a una distancia suficientemente cercana como para poder sacar fotos con el 500 mm y el convertidor 1,4x.
Aquí os muestro algunas de las tomas realizadas en un pequeño valle de la provincia de León de oso pardo en estado salvaje.
© Francisco M. Martín
Para la adquisición de estas y otras imágenes así como encargos fotográficos contactar al mail
Todas las tomas realizadas con Canon EOS 1d Mark IV, objetivo 500mm f4 L IS y teleconvertidor 1,4x (el teleconvertidor está en venta)