Aquel día me acercaba, como
tantos otros, con la intención de fotografiar y observar de nuevo la familia de
zorros que ocupa la guarida número dos. Aunque los primeros días han sido
intensos a nivel fotográfico y tengo ya cerca de 7000 imágenes de zorros para
visionar, siempre me acerco con el deseo de ver algún comportamiento nuevo con
el que disfrutar y poder fotografiar. Aquel día, no obstante, tenía una
inquietud mayor causada por los acontecimientos vividos el día anterior.
Justo veinticuatro horas antes
había estado de nuevo allí y aquel día percibí un extraño comportamiento en las
inmediaciones de la zorrera. En aquella ocasión sólo pude ver al macho, pese a
que los cachorros eran pequeños y la hembra debería darlos de mamar. Mi
experiencia con zorros no es tan abundante como para sacar conclusiones pero si
percibí en el macho un comportamiento distinto al habitual. Se acercó a la madriguera
y mirando a todas partes parecía que buscaba algo. Se sentaba y miraba a
izquierda y derecha como si esperara que la hembra apareciera de un momento a
otro, pero esta no se presentó en toda la sesión fotográfica. Los cachorros debían
estar dentro pero no daban señales de vida y permanecían escondidos. Yo,
acostumbrado al devenir diario de esta familia, también pensaba que la zorra
debería aparecer en cualquier momento, pero las horas pasaban y ella no venía. El
macho se alejaba pero volvía al poco
rato, de nuevo sin la hembra y mirando a su alrededor como si esperara una
aparición inminente.
Cansado de esperar, finalmente el
macho hizo los sonidos acostumbrados, una especie de hipo gutural muy grave
como proveniente de la garganta y algo parecido a un “gu-gu-gu”. Al oír este
sonido familiar salieron inmediatamente y con gran vitalidad tres cachorros –esta
zorra tenía cinco- que pensaban que les llamaba la madre, o al menos eso me
pareció a mi, pues se pusieron a buscarle las ubres y ante la imposibilidad de
encontrarlas se acercaron con lamentones a su boca para provocarle el vómito y
poder comer las sobras predigeridas de algún festín del macho. Este, un poco
remiso, al fin cedió a los insistentes cachorros y depositó en el suelo una
especie de papilla oscura con trozos de algo sin identificar sobre lo que
inmediatamente se abalanzaron los tres cachorros y entre gruñidos se lo
comieron.
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Hembra saliendo de la zorrera donde aún tiene sus cinco cachorros |
Con este pequeño aperitivo los
tres pequeños cachorros volvieron a su zorrera y desparecieron tras otra voz de
alarma del macho que, de repente, desapareció para no regresar. Es posible que tranquilizado
por haber dado de comer a su prole se dirigiera a ver a sus otros cachorros,
los pertenecientes a la zorra número uno. Este comportamiento, en todo caso, era
al que me tenía acostumbrado el macho pues va y viene de aquí para allá mostrando
menos ligazón hacia el proceso de cría que la hembra. Sin embargo, esta seguía
sin venir y allí me quedé yo, frente a una
encina en la que se escondían al menos o como mucho tres cachorros y de la que su
madre no daba señales de vida. En mi mente se agolpaban un buen número de
incertidumbres: ¿Quedaban sólo tres o los cinco cachorros?, ¿Qué había sido de
la hembra? Esta debería haber visitado la zorrera pues las crías todavía son
muy pequeñas, ¿Un atropello, un accidente? ¿Qué observaba el macho con tanto
detenimiento?, …. Y en definitiva ¿Qué podía haber ocurrido con esta zorrera? Y
¿Seguiría adelante el proceso en ausencia de la hembra?
Aquella noche dormí mal pues no
paraba de pensar en qué podía haber ocurrido. A ratos mi mente me tranquilizaba
pensando que los zorros son los superpredadores de la dehesa y por tanto, poco
malo les podía ocurrir, pero…. la hembra número dos no había aparecido y eso
como poco no era normal, cuando no, podía llegar a ser grave pues los cachorros
eran muy pequeños.
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Hembra número dos con dos de sus cinco cachorros |
Hacía tiempo que no visitaba la zorrera número uno ya que el tiempo es escaso y como podéis suponer uno no vive de fotografíar zorros así que había economizado esfuerzos y tiempo para centrarme en la zorra número dos que se ubicaba en una encina muy exenta fácil de fotografíar.
De todos modos si se perdía la camada número dos, debería recuperar el tiempo perdido y reinstalarme en las inmediaciones de la primera zorra, la que estaba prevista a principios de temporada. Todos estos acontecimientos y meditaciones cruzaron mi mente mientras regresaba ansioso a la zorrera número dos para comprobar si la camada seguía adelante y si la hembra había aparecido.
Esta vez traía una potente linterna con la que pretendía iluminar el interior de la zorrera con la vana esperanza de poder encontrar vivos los cinco cachorrillos o al menos tres y por supuesto a la zorra.
Me incliné pero no conseguí ver nada, tan sólo al fondo lo que parecían los restos de un pequeño zorro ya reseco. Quizá murió durante el parto o en las primeras horas pero allí seguía reseco y enjunto. Esta madriguera tiene tres huecos y es muy fácil de observar su interior por lo que la desilusión se apoderó de mi, no obstante y confiando en que estuvieran escondidos entre alguna profunda raíz me metí en el hide para esperar acontecimientos no sin cierta desesperanza.
Escondido así y a la espera de que los adultos, que se supone estaban de caza o reposando, se acercaran, bien a dar de mamar o bien a controlar y alimentar a sus cachorros en el caso del macho, observaba las inmediaciones de la zorrera y rememoraba las escenas vividas ayer.
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Hembra número dos dando de mamar a al menos tres de sus cinco cachorros |
Sin embargo, la tarde se
desvanecía y ni el macho ni los cachorros aparecieron. Ya casi no esperaba a la
hembra cuando, repentina y sigilosamente, esta se presentó en sus dominios
olisqueando desde fuera las tres bocas de la madriguera. Esto me causó un gran
alivio y me infundió esperanzas hacia esta camada pero la zorra no hizo sus
llamadas habituales para sacar a los cachorros y se limitó a pasear en torno a
la guarida rodeando la encina varias veces, para finalmente tumbarse con gesto
tristón en la base de una encina próxima desde la que se avistaba la zorrera.
Esto no podían ser buenas
noticias, ayer no apareció la hembra y sólo vi tres cachorros y hoy no había
conseguido ver a ninguno y aunque la hembra había aparecido, esta parecía percibir
que no había crías en el interior de su morada.
Se hizo de noche, la zorra se fue
desapareciendo entre el mar de encinas y yo abandoné apesadumbrado la zorrera,
con un montón de dudas y la intención de retomar al día siguiente mi proyecto
pero con la zorra número uno si es que esta seguía adelante.
Los sinsabores del campo son
increíbles y pese a la fortaleza de esta especie predadora, es evidente que su éxito
en la crianza nunca está asegurado. ¿Quizá había entrado en la escena un
furtivo? Era la única explicación posible.
Me esperaba otra noche de dudas e
incertidumbres.
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Hembra número dos olisqueando la zorrera vacía. |
En relación con las imágenes que os presento hoy son de los dos días entre ellas apenas hay un lapso de tiempo de cuarenta y ocho horas. Son las últimas imágenes logradas en la zorrera número dos.
Espero que os gusten, no sólo como meras fotografías, sino también por el mensaje que encierran y por el valor que adquieren al conocer los hechos que se han desarrollado en torno a esta camada. Con este pequeño texto he pretendido expresar en este blog estas vivencias, pese a las limitaciones de tiempo que todos tenemos.
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Hembra mirando a su alrededor antes de tumbarse a descansar en las proximidades de la zorrera vacía. |
POSDATA:
Pese a la intensidad de los acontecimientos vividos
con estas familias de zorros os quiero pedir disculpas por la imposibilidad de
actualizar el blog todo lo ágilmente que desearía y que los acontecimientos
imponen. Es evidente que de la fotografía de zorros no se vive y esta actividad
la alterno con otros trabajos, entre ellos la fotografía de conjuntos históricos
y encargos varios para revistas, de los que os mostraré en breve mi trabajo. Hago este comentario muchos de vosotros me paráis por la calle para pedirme más datos y una actualización casi diaria de mi trabajo pero me resulta imposible. Espero satisfacer en parte vuestra curiosidad hacia este mamífero cuya vida íntima es como poco impactante.
He tardado también en actualizar el blog pues me ha resultado complejo escribir esta entrada al blog para expresar lo mejor posible los acontecimientos vividos que han ocurrido unos 10 días antes de que os los haya presentado.
© Francisco M. Martín - Imágenes Naturales